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viernes, 7 de septiembre de 2012

El león del Congreso, un reflejo de la España de hoy




Poco sé en profundidad de lo que pasa en este país. Lo justo para sobrevivir e incluso opinar. No soy ni frívola, ni es que no me importe lo que tengo alrededor. Concentro mis energías en algo mejor. En ver todo eso desde dentro porque creo que al final tenemos lo que nos merecemos. Prefiero curtirme como persona para saber como actúa la población. 

Por eso nadie entiende nada. Porque nadie se para a analizarse en sí mismo. Porque todo el mundo sabe dónde está el norte pero conoce mejor Canadá. No puedo hablar de un tema actuando en frenesí por cuatro reglas que me parecen convencer. En realidad pienso que nadie sabe nada de nada. No profundizamos y ni mucho menos  respetamos opiniones. Si uno no se analiza cómo va a puntuar al mundo. Un estado de crisis en el que antes fue de valores. Y todo radica en lo mismo. En la bondad del ser humano. No se puede dar si antes se lo has quitado a otro. Y a base de quitar, así estamos, en números rojos. Una Prima de Riesgo haciendo honor a su apellido y una Bolsa que se lo ha metido todo a la buchaca. Apunto de colgar carteles del Oeste que pidan un rescate colectivo y que Merkel cual pistolero nos vuelva a soltar en manada agradecida. Así éramos antes. Agradecidos y si me apuras emocionados. 

En un país dónde se debate si ponerle o no huevos al león izquierdo del Congreso en todos los telediarios, no es mera anécdota graciosa sino un coeficiente triste. Como debe de estar él. Aparte de abochornado. El día que se despierte no sólo se nos tragará sino que nos hará enfurecer por los corrillos que sus sí orejas han escuchado. Entonces España arderá y todos los parados irán a apagar fuegos dónde antes sólo había rescoldos. Ya pediremos gasolina a Ryanair por si se nos van las fuerzas por el camino y tengamos que hacer escala en el infierno. ¿De verdad nos gusta estar dentro de ésta vorágine sin sentido? Seguro que como persona por mal que vayan las cosas damos mucho más de nosotros mismos. Para qué subirse a un carro que le faltan ruedas. Mejor mirar en nuestro interior y pensar porqué hemos llegado a esta situación. Y la respuesta esta cerca. En la calle. No hay humanidad y cada vez nos parecemos más a Oriente. Todo metódico, todo pactado, todo hermético, todo desvirtuado. Quizá hay gente que decida seguir jugando. 

De ahí los multi parques de ocio de Tarragona. Porque "no hay nada mejor¨ que invertir millones en jugar. Y si es en una montaña rusa dónde sufres catarsis de emociones mejor. Más fácil para que despiertes de "El País de nunca jamás". Igual con suerte, tu última palabra sea esa. Nunca. Jamás.